El arzobispo Balestrero, Observador permanente del Vaticano ante las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales, denunció en Ginebra lo inaceptable de que las verdaderas víctimas de la guerra y la violencia sean «los refugiados, las mujeres que han perdido a sus hijos, los ancianos y enfermos que no pueden recibir los cuidados que necesitan, y los niños mutilados o privados de su infancia»